martes, 26 de febrero de 2013

MIS INFLUENCIAS / RAICES


CAPÍTULO PRIMERO

MIS INFLUENCIAS / RAICES



Desde niño he tenido un sentido especial de religiosidad y sentido de la existencia de algo más allá de lo material de este mundo. Siempre he vivido la Semana santa con especial emoción ya desde muy temprana edad, ya que era un momento en el que parecía que todo olía más a Dios y a cosas religiosas. En el colegio sacaba sobresaliente en religión católica. Recuerdo no molestarme al contrario que mis compañeros de clase, cuando tenía que hacer algún trabajo mandado por la profesora, una monja, de la que tengo recuerdo. El día de mi 1ª comunión sentía un gusanillo especial, y también recuerdo la emoción que me produjo la 1ª visita de Juan Pablo II a España en 1982 (11 años), aún sin comprender todo, pero aquel momento me pareció muy especial para España.
Yo no seguí asistiendo regularmente a la Iglesia después de la primera comunión, cosa bastante habitual en este tiempo. Desconozco el motivo. Tengo un recuerdo lejano de eso. Es como si al cumplir con la primera comunión ya no me sintiera obligado a continuar, o tal vez fuera influenciado por que en mi familia nunca existió la práctica de asistir a la Misa dominical. Recuerdo haber ido muchos domingos al campo y a la playa con la familia, pero no recuerdo haber asistido a la Iglesia con ellos nunca. No les reprocho, ya que considero que sólo Dios sabe porque esto pasó así. De cualquier forma, si recuerdo que cuando fui creciendo más, me gustaba ir de vez en cuando a la Iglesia sobre todo por oír palabras del evangelio, pero me sentía fuera de sitio cuando sólo veía a pocos allí y sobre todo personas muy mayores. Sentía a veces como frialdad. Todo hubiera sido diferente tal vez, si hubiera tenido personas en las que apoyarme, amigos o algún tipo de acogida por parte de alguien.
Si me preguntaran entonces a que iglesia pertenecía, yo diría: A la católica, ¿es que hay otra?

martes, 19 de febrero de 2013

Prólogo




    Estamos en el año 2004 y tengo 33 años. Es cuando inicio la escritura de este libro, al que he realizado correcciones posteriormente. Porque en esta vida somos peregrinos y nos vamos renovando constantemente en la mente y el Espíritu, como dice San Pablo[1].
    Yo siempre he creído en Dios, gracias a que mis padres que me bautizaron en la Iglesia que es Católica y Apostólica. Allí recibí el mayor don de Dios. Puso en mi su Espíritu y me llamó hijo mío por primera vez, para que yo cuando yo creciera, libremente escogiera llamarle Padre. Eso se consigue en el Bautismo, sacramento instituido por Cristo para su Iglesia.
    Siempre he creído en Dios, como muchos, y no siempre he obedecido a Dios, como muchos. Lo cual hace tu fe vana, porque no es suficiente con creer mentalmente en la existencia de Dios, ya que como dice la Escritura, los demonios también creen, pero tiemblan[2] .sino que debes hacer lo que el dice, y la Iglesia tiene la tarea de enseñar lo que El dice. No siempre he comprendido esto. Luego aprendí la doctrina cristiana suficiente para realizar mi primera comunión del cuerpo y la sangre de Cristo. Los evangélicos y protestantes en general no aceptarían esto como legítimo ante Dios, sin embargo es curioso. Yo no conocí a Dios fuera de la Iglesia Católica, sino dentro de ella. ¿Cómo es posible que yo adquiera mi base cristiana en un lugar que por ejemplo, los evangélicos, tildan casi de abominación?
    ¿Qué hubiera sido de mí, sino hubiera sido bautizado en la Iglesia Católica, sino hubiera de niño estudiado religión católica en el colegio? Muchos protestantes deberían considerar esto, al igual por ejemplo de pensar que las sagradas escrituras, la Biblia, la tenemos por medio de la Iglesia, la misma Iglesia que muchos protestantes relacionan con Satanás, el error, y el escándalo.
    Por esto, resulta contradictorio el renegar de la Iglesia que a mí me ha facilitado la oportunidad de tener fe en Jesucristo, Hijo de Dios, que murió por mí y por toda la humanidad en la cruz, y que resucitó al tercer día. Resulta conflictivo el renegar de la Iglesia, cuyo credo es mi credo. Sin embargo, yo me aparté de ella, llegué a sentirme muy lejos de ella, pero en el fondo más profundo de mi corazón, nunca pude de renegar completamente de la Iglesia que me dio la oportunidad de ser salvo para la vida eterna. Pero van a tener que suceder muchas cosas en mi vida, para que llegue a comprender lo que es la obediencia a Dios como parte de la fe cristiana.
    Por eso, aunque alejado de ella, nunca dejé de sentirme en ella de alguna manera. Por eso, aún cuando andaba acudiendo a congregarme con hermanos evangélicos o bautistas, nunca me sentí protestante, ni integrado plenamente en sus congregaciones. Por eso, tal vez siempre defendí que yo no quería ser miembro de ninguna de esas congregaciones, sino hermano de todos. En mi ha existido siempre un concepto. De acuerdo con la Biblia:

- La Iglesia es una.
- Los cristianos somos todos hermanos unidos en la misma fe y en la misma Iglesia.

- Las divisiones no son aceptadas por Dios.
- Las denominaciones protestantes colisionan frontalmente contra la verdad de las escrituras.

    Ahora, reconozco que durante muchos años fui creyente en la teoría, pero no en la práctica, y que fui detrás de aquellos que la Biblia llaman, “lobos vestidos de ovejas” buscando a Dios, lejos, cuando lo tenía muy cerca. [3]
    Reconozco que me radicalicé y me convertí en un cristiano fundamentalista, inspirado por las enseñanzas de falsos maestros a los que escuché, pero mi afán por seguir la verdad, de cumplir lo que dice la Biblia, me fue alejando de las teorías fundamentalistas y separadas de la Iglesia católica. La Biblia que muchos enarbolan para defender falsas doctrinas, es un arma de doble filo que puede hacer que te tragues tus palabras y que la verdad completa salga a relucir con el tiempo. Eso es más o menos lo que a mí me sucedió, y es lo que trataré de explicar en este libro.


 



[1] Romanos 2, 2 (Biblia)
[2] Santiago 2,19 (Biblia)
[3] Hch 17, 27-28